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Una visitante del CAB, ante la obra de Javier Ayarza. Fotos Archivo A Ua Crag
'Aquí y ahora A Ua crag': Ocho maneras de vivir y pensar el arte

'Aquí y ahora A Ua crag': Ocho maneras de vivir y pensar el arte

El CAB de Burgos acoge el momento creativo actual de los componentes del grupo que revolucionó la escena artística de Castilla y León

Angélica Tanarro

Valladolid

Sábado, 29 de marzo 2025, 09:32

Aquí y ahora son dos adverbios que marcan las coordenadas de la exposición que trae a primer plano de la actualidad artística la obra del colectivo A Ua Crag. Y al tiempo determinan su carácter. Pues no es la primera vez que un proyecto expositivo rememora el que fue sin duda, y el paso del tiempo es el que da fuerza al argumento, uno de los movimientos fundamentales para que el arte que en ese momento se hacía en la Comunidad tomara un vuelo distinto acorde a lo que pasaba fuera de una región a menudo ensimismada y resignada a la inevitable 'exportación' de sus artistas más proclives a la vanguardia.

Subrayamos que el 'aquí' de entonces era (es para la historia) Aranda de Duero, localidad burgalesa de unos 30.000 habitantes a la que bien ajustaba el adjetivo de periférica, aunque hay que decir en justicia que ya albergaba al menos un par de iniciativas potentes en materia cultural. Y el 'ahora' (de entonces), 1985, mediada una década a la que el tópico atribuye una efervescencia cultural con todos los matices que ahora impone la distancia.

Otras dos palabras señalan el camino que nos lleva hoy al contexto de la muestra que el Centro de Arte Caja de Burgos (CAB) alberga en sus salas: 'colectivo' y 'autogestionario'. La primera no solo es santo y seña de un grupo heterogéneo de artistas (y no solo de artistas pues en sus inicios estaba formado por otras personas, también mujeres, implicadas en diferentes proyectos) que partían de experiencias diversas y personificaban conceptos artísticos muy diferentes. En cuanto a la segunda, la autogestión, fundamental en sus inicios fue, como en otros proyectos parecidos, en principio una fuerza y siempre una proeza en las revueltas aguas de la cultura en España.

El grupo se mantuvo activo hasta 1996 dejando su rastro de esa agua crujiente que rememora su nombre en importantes proyectos expositivos y performativos tanto en España como fuera de nuestras fronteras: Francia, Canadá, Países Bajos, Alemania… fueron algunos de los destinos de sus proyectos. El espacio expositivo del grupo fue centro de producción e intercambio de artistas internacionales, estuvo presente en las primeras ediciones de Arco y fue centro de edición de publicaciones de vanguardia y de talleres formativos.

Pero basta de historia y de contexto. Vayamos al aquí y ahora que proclama el títulBuo de la muestra en una declaración de principios: no se trata de una exposición antológica ni melancólica. Se trata de saber qué hacen ahora los miembros del grupo que siguen en activo, cuál es su momento creativo, lo que distingue esta muestra de la que en 2005 le dedicó el Patio Herreriano o la de 2014 en el MUSAC de León (que atesora el archivo documental del grupo).

Obras de Rafael Lamata.

Y lo primero que hay que destacar cuando se pone el pie en el nivel intermedio del CAB es el acierto con el que su director y comisario de la muestra, Javier del Campo, ha resuelto uno de los desafíos que a priori presentaba el proyecto: el de armonizar ocho melodías artísticas tan diferentes. El carácter de grupo se traduce aquí en una energía especial que resuena en el ámbito de la muestra.

Aquí y ahora se dan la mano, se comunican y se potencian con una suerte de optimismo lo abstracto y lo figurativo, lo instalativo y performático con lo documental y conceptual. Juntos y radicalmente distintos recuperan cuarenta años después lo que les caracterizó en el pasado: esa manera de alertar sobre qué está pasando con ese concepto tan escurridizo que es el 'arte contemporáneo'. Y lo hacen con piezas inéditas y realizadas específicamente para esta exposición.

Inevitablemente hay que desmenuzar el relato. Y hablar brevemente de las piezas que lo componen. Las dos que presenta Néstor San Miguel (Zaragoza 1949, vive y trabaja en Aranda de Duero) bajo el título 'La disidencia vencerá' son a la vez presente y resultado de una trayectoria que se inició con ecos dadaístas y que ha sabido conjugar lenguajes abstractos, elementos secuenciados, patrones matemáticos, collages, impresiones textuales que dan al díptico 'Disidentes toman el castillo/ La disidencia' una potencia extraordinaria. Un relato hipnótico que invita a pararse y a entrar sin prisa en el cuadro.

A su lado otro artista de renombrada trayectoria, Rufo Criado (Aranda de Duero, 1952), despliega la energía y por qué no, la rabia por el contexto geopolítico internacional que ensombrece los informativos a diario. Considerado uno de los más relevantes representantes de la abstracción geométrica, Criado se rebela siempre que puede contra la etiqueta. Su 'Aniquilar (enterrar y callar)' tiene ecos goyescos pues las matanzas, las masacres, por desgracia jalonan la historia de la humanidad sin que el artista pueda apartar la mirada de los 'desastres de esas guerras'. Que no nos confundan los colores ácidos, impactantes de su gran díptico pues son fruto de esa desazón y muestran esa domada energía pictórica de la que siempre hace gala.

Varias personas contemplan un mosaico de Pepe Ortega.

Más evidentes, deliberadamente evidentes, son las citas a la historia de la pintura que aportan los cuadros de Jesús Max (Reinosa, 1961, formado en Aranda de Duero y residente en California). En 'Apocalypse' las referencias son múltiples, heterogéneas y aliviadas de solemnidad. Una arquitectura de Fra Angelico puede servir de marco a una lucha de titanes, un objeto de El Bosco puede hallar cobijo en un paisaje mental con reminiscencias surrealistas, castellanas o del desierto californiano que lo acoge vitalmente. Él con humor llama a sus cuadros piezas 'Frankenstein' que nos remiten al caos que nos rodea. Pero su relato no es alarmista, tiene luz por más que entre las espinas de un amenazador cactus asome un rostro de tan inquietante mirada como la de algunos personajes de Remedios Varo.

A su lado, el políptico de Pepe Ortega (Fresnillo de las Dueñas, Burgos, 1952), 'Voy a pensar que están dormidos', rezuma humor, perplejidad y preguntas. Muchas más preguntas que respuestas en este relato, formado por sesenta cuadros de 30 x 30 cm. y eso a pesar del mucho texto que contienen. Y es que en el principio era un libro. Un libro en el que el principal interlocutor es el mismo artista haciendo valer que mil palabras pueden ser mas importantes que una imagen. También aquí las referencias son múltiples: de Kafka a la muñeca de Kokoschka, del Zorro al Fabuloso Hombre sin Cabeza en un ejercicio que le acerca al comic y la ilustración sin perder de vista la pintura.

Obras de Nestor Sanmiguely Julián Valle.

Más espiritual es la propuesta de Julián Valle (Aranda de Duero, 1963). Su doble tríptico pictórico-escultórico, 'El primer callar es de las cosas' apela a una nada desdeñable cuestión: ¿puede el arte volver al silencio de las cosas? En medio del ruido medioambiental las tres puertas de un material tan austero como mandaba el arte povera invitan como el iconostasio de los templos ortodoxos a traspasar a otra dimensión donde reina el mismo silencio que en las pinturas. Silencio y sombras que evocan la tradición mística que tan bien supo interpretar Valente. Aquí Valle se coge de su mano.

Pinturas de Rufo Criado y en el suelo, piezas de Julián Valle.

Javier Ayarza (Palencia, 1961) lleva años trabajando en un monumental proyecto fotográfico titulado 'Archivo territorio' que lleva recopiladas más de 20.000 imágenes en una propuesta entre la arqueología y el documento, la memoria y la constatación de un mundo rural que declina, sobrevive o se asoma a la globalización desde los márgenes. Como un moderno 'flaneur', Ayarza recorre la Tierra de Campos, el Cerrato, dejando hablar al objetivo con diferentes hilos conductores ya sean paradas de autobús, o en este caso esas vigas reutilizadas como lugar para el descanso de quien siempre está ausente: el habitante de ese mundo que respira y renquea. Imágenes austeras nunca asépticas con una poética interior que invita a una mirada detenida.

Quedan para el final las dos propuestas que el espectador no encontrará a simple vista en el espacio de la exposición, pues ocupan dos 'rincones' aparte pero perfectamente integrados en la misma. Los firman los dos artistas cuya trayectoria ha discurrido por el camino de la performance, la instalación y el arte más conceptual. Una vez recorrida y pensada con detenimiento la exposición, bien pueden actuar como principio y fin de esta propuesta global.

Instalación de Alejandro Martínez Parra.

Porque Rafael Lamata Cotanda (Valencia, 1959, afincado en Madrid) fiel a su apuesta por acometer cuestiones trascendentales como la creatividad desde la ironía y el humor, desde la inteligencia disfrazada de juego –a lo que nos tiene acostumbrados desde la tarima de su trabajo teatral en Los Torreznos, al lado de Jaime Vallaure– ofrece unas 'perecquianas' instrucciones de uso acerca de lo que el espectador encontrará en la muestra si se deja llevar (o si no). Situándose así sin pretenderlo en su aconsejable inicio.

De izquierda a derecha, Rufo Criado, Alejandro Martínez Parra, Jesús Max, Rafael Lamata, , Pepe Ortega, Ju-lián Valle y Néstor Sanmiguel.

Aunando escritura y acuarela, Lamata ofrece un doble relato tan reflexivo como picante, a ratos naif a ratos gamberro y siempre provocador, sobre el arte contemporáneo y su contemplación. Su 'Poema pintado del uno al veinte' es la escalera por la que subir y bajar peldaño a peldaño una hipotética y real exposición: por un lado, las claves para descifrar la vida de los colectivos artísticos y, por otro, los hipotéticos pensamientos de un espectador entre la perplejidad y la voluntad de entender.

Si en toda la muestra subyace las cuestiones sobre el arte contemporáneo y sus circunstancias, si en muchas obras se interpela al espectador y se le pone ante un espejo, si Lamata se pregunta cómo se recibe el arte contemporáneo y cuáles son los lugares en los que se ve Alejandro Martínez Parra (Aranda de Duero, 1959) ha encontrado respuestas a través de una de sus más radicales propuestas instalativas y las ofrece desde la habitación de al lado.

Este polifacético e inquieto artista lleva una vida entera reflexionando y trabajando sobre procesos creativos a través de proyectos que integran o seleccionan performance, fotografía, escritura, dibujo, música y vídeo. Con 'Hace tanto que eso estaba ahí…Y nosotros sin verlo,' Martínez Parra nos toca en el hombro y nos dirige la mirada. El arte puede surgir en cualquier parte, en los objetos más humildes si estamos atentos y a nada que tengamos la mirada sensible y/o educada. Y llevarlos al 'espacio sagrado' del museo es culminar un viaje de doble sentido. Si decimos que la naturaleza imita al arte, el objeto lo contiene cuando en su vibración late su impulso. Esta reproducción de una parte del taller de Javier Alonso y Eugenio García con los que el artista trabaja desde hace años y sus reminiscencias de los constructivistas rusos es más que un homenaje. Pone el dedo en la llaga en algunas cuestiones que intenta dirimir el arte contemporáneo desde las vanguardias clásicas.

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