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Batucadas a la vallisoletana para un frío carnaval«Me siento como en una función de teatro, puedo ser quien yo quiera», detallaba Martina Pérez disfrazada con un traje de rayas un poco ... estilo 'peaky blinders'. Fernando, su padre, explicaba que desde muy pequeña, «con 2-3 años», empezó a disfrazarse, «no recuerdo exactamente si en el último año de guardería o el primero de colegio fueron a una función de teatro de Disney con diferentes princesas, Bella, Blancanieves, Cenicienta… Ahí claramente encontró la admiración por los disfraces y el brillo», ha incidido su padre. Desde entonces para Martina ha sido un no parar, «se podría decir que le picó el gusanillo del teatro y los disfraces no faltan en su carta de los Reyes, en mi casa es carnaval más de una vez al año», concluyó.
Si bien el día amaneció con nubes que amenazaban con descargar una pequeña tromba y el frío apretó durante toda la jornada, la plaza de Portugalete intentó dar el color tan característico de estas fiestas con una gran carpa donde los más pequeños han podido crear máscaras a su gusto y donde no han faltado los trajes artesanales. Es el caso de Lidia Yunez quien con unas cajas de cartón había confeccionado un disfraz de robot, «lo hemos hecho en el 'cole', nuestros profesores crearon un taller donde nos explicaron que a veces donde solo vemos basura puede existir una segunda oportunidad».
En la misma carpa los pequeños han encontrado 'El ropero del carnaval', un espacio diáfano con espejos donde lucir sus mejores galas y donde podían 'tunear' sus atuendos. Ahí estaba Pablo Villalobos, quien encontró en un sombrero negro junto a su antifaz recién 'fabricado' los complemento perfectos, «mira mamá ahora soy el gato de Shrek» y es que como explicaba su madre Pablo de tan solo tres años es un gran fan del ogro verde que se dio a conocer hace casi veinticinco años (2001).
Cuatro días marcados en el calendario de los estudiantes más pequeños, aunque sobre todo «el lunes y el martes», porque como señala Gonzalo García, «no hay clase». Y es que desde el 1 de marzo hasta el 4 del mismo mes, los niños sustituyen sus clásicos uniformes azul marino, gris o rojo por los coloridos disfraces de princesa, astronauta, bombero o geisha.
Aunque si los disfraces del Juego de Calamar triunfan, los grandes protagonistas han sido los monos completos de animales, tanto de dinosaurio, como de león o unicornio y, sobre todo, los gorros con 'orejitas' que recreaban osos pandas.
En la calle Cascajares esperaban los Djs, aunque los disfraces en este caso no han sido tan importantes y han dejado todo el protagonismo a las tapas de los locales de la zona. «No es el Carnaval del Toro, pero tampoco está mal» señalaba Clara Salinas, quien con sus amigas ha preferido un plan más de «tardeo». «Cuando eres más joven, lo típico que tienes 18 años y quieres ir a todos las 'macrofiestas' cuanto más multitudinarias mejor, ahora con 28 años preferimos más este ambiente», indicaba.
«Se quiere parecer a fiestas cuando hay Djs en Martí y Monsó, aunque es mucho más light», señalaba Pablo Ballesteros, quien afirmaba que le parecía una iniciativa muy acertada, «nunca eres mayor para disfrazarte y hacer un poco el tonto con tus amigos, si no míranos aquí todos vestidos de gladiadores, estas cosas te dan la excusa para hacerlo».
Lo mismo debieron pensar Susana y sus amigas quienes ocupaban dos mesas en los bares próximos a la catedral disfrazadas de tercio junto a una gran cantidad de jarras de cerveza y que bromeaban con que «la bebida ya la traían ellas».
En estas fechas también hay hueco para los más chistosos y si no que se lo digan a José Gutiérrez que con una máscara verde decía ser el pájaro de Duolingo porque «hay que aprender idiomas».
Y por supuesto para los mix «porque todo vale» como indicaba Ainhoa Sote que había decidido combinar el característico traje rojo de El juego del Calamar con unas antenas de marciano, «no tenía máscara y sentía la cabeza desnuda así que me puse esto, a ver si le va a gustar a Netflix y me copia la idea para futuras temporadas», bromeaba.
De forma paralela y a pocos metros (en la plaza de Zorrilla) daban comienzo las batucadas que consiguieron captar la atención de un gran número de vallisoletanos. Con una Haka, han dado la bienvenida de todos los curiosos antes de empezar el pasacalles al ritmo de los tambores, para después y seguidos por la gente, encontrarse con otros percusionistas que recorrieron la calle de Santiago.
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