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Era diseñador de moda cuyas colecciones procesionaban en París y Nueva York. Pronto sus creaciones se emanciparon de los cuerpos, meros estandartes, para convertirse en ... esculturas. La marca de Bárbara Sánchez-Kane (Mérida, México, 1987) funciona comercialmente a la vez que él, así quiere ser tratado, vuelca en el arte lo que no cabe en la pasarela. 21 de sus piezas podrán verse en la Iglesia de San Martín de Arévalo, en la exposición organizada por el proyecto Collegium, hasta el 7 de septiembre.
'¿Cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler?' es el título de la muestra extraído del 'Nuevo catecismo para indios remisos', de Carlos Monsiváis. Alude al adoctrinamiento religioso y cultural, explica el comisario José Esparza Chong Cuy. «La exposición muestra el paralelismo entre la industria de la moda y la Iglesia católica. Ambas imponen sus creencias, sus costumbres y su forma de ver el cuerpo. Bárbara reflexiona sobre ello a través de la escultura y la indumentaria».
Bárbara estudió diseño industrial en México y se especializó después en moda en Florencia. «Su manera de desfilar se transformó en performances y llamó mucha la atención. Le gusta sumar a artistas de otras disciplinas», aclara el comisario. «Terminó por rechazar el mundo de la moda y su sistema de hacer en un ritmo frenético colección tras colección. Se resiste a cómo la industria impone los roles de género. Por eso crea esas esculturas que consideran la ropa como armadura para proteger los cuerpos y redibujarlos».
Esos trajes vacíos también funcionan como «deidades y figuras sagradas, reflejando los códigos utilizados en la iglesia de pertenencia y exclusión, de sumisión y dominación». Esculturas y trajes se presentan como «objetos de devoción contemporáneos, enfrentándose al culto del consumo y los rituales que lo perpetúan» desde la ironía y la provocación.
Cinturones de cuero, siluetas de bronce, sacos de boxeo, cirios esculpidos en forma de cuerpos/zapatos que van consumiéndose, son algunos de los materiales con los que Bárbara reinventa la vestimenta. Desde 2017 expone su obras en México, Japón, Estados Unidos o Reino Unido. A España llega de al mano de Collegium, centro de producción y exposición en Arévalo, donde ha trabajado dos semanas.
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