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Las Tierras Altas de Soria y la costa de Gijón son las primeras coordenadas de la colección Prúa, una iniciativa de la editorial vallisoletana Difácil ... que quiere divulgar la poesía del noroeste peninsular. Fermín Herrero y Pedro Luis Menéndez son los poetas que la inauguran con los títulos 'Poesías familiares y domésticas' y 'Pasajeros de andén', que presentan este jueves en el Círculo de Recreo (19:30 h.).
La invitación que el editor César Sanz cursó a Herrero se ha sustanciado en una 'antología personal'. «He rastreado en mis libros las referencias familiares», dice pensando en su madre, en que a sus 95 años sigue sin entender «por qué escribo tanto». En el libro está ella, su padre, su pueblo, que protagonizan la primera parte titulada 'En casa de los padres'. Con prólogo de Julio Llamazares, «le gusta mucho un poema mío que habla de esas madres esclavas de posguerra, esas mujeres, como mi madre, que tenían todo a su cargo», el poemario prosigue 'En casa propia'. «Hay un cambio espacial, primero Soria y luego Valladolid, y temporal, la infancia y la madurez». Aunque camina mucho por el campo vallisoletano, «aún no entiendo este paisaje», dice quien lleva dos tercios de su vida por los pagos del Pisuerga.
«La poesía no tiene mucho que ver con la experiencia, tiene más relación con el carácter. Decía Pessoa que el poeta es un fingidor, no en el sentido de engaño, sino en que el poema es una simulación más que una confesión. No es que el poeta mienta, sino que busca la verdad y no necesariamente una confesión íntima», explica el Premio Castilla y León de las Letras. «Por ejemplo, en el primer poema hablo de cuando nací, de cómo mi madre está segando con una hoz y se tiene que arrodillar porque iba a nacer. Eso me lo contó ella pero era el embarazo de mi hermano. Hay que intentar extraer alguna verdad que tenga carácter universal de lo íntimo». Se alinea con Santa Teresa que decía que «las cosas íntimas son de mucho secreto, y a veces, la apariencia de lo personal, engaña».
La segunda parte recoge poemas sobre su mujer y sus hijos, para terminar en el cementerio. Añade Herrero una coda en la que expía su culpa por «el trastorno de consagrar la vida entera a la literatura que no sólo afecta al paciente enajenado sino también a cuantos conviven con él».
Vientos del Cantábrico
Desde Asturias viene Pedro Luis Menéndez con su último poemario, escrito en el rumiar el tiempo del confinamiento. «Hubo gente que escribió mucho momento, yo no pude. En cambio después sí, fue como un quedarme quieto y pensar lo ocurrido, plantearme el presente, la edad y el futuro. Entonces brotaron las cosas, ese ir atrás y adelante en el tiempo. Por eso el libro tiene un poco de todo, quizá sea el más variado de los que he publicado», reconoce quien busca la unidad en cada poemario.
Hay poemas con mascarillas, de hospitales («la anécdota es real, aunque está manipulada. Poesía es jugar con la vida y manipularla»), de bosques (infancia norteña), de vientos, lluvia y tendales. Y referencias a trenes, a caminos, a «pasajeros de andén, que son esas figuras de las maquetas de trenes que no se sabe si están subiendo o bajando de ellos. Es la idea de subirse o dejar pasar los trenes de la vida». Al final, el poeta que se acaba de estrenar en la novela con 'Encajadas', concluye que «era esto la vida, humo y tiempo».
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