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Cerredo toca con el Valle de Laciana. León y Asturias se comunican por galerías en las que el carbón dio identidad a un pueblo. Cuando ... era joven reportero anduve en las minas más al sur, las leonesas, que quedaron cerradas de un día para otro. Cada mina tiene nombre de mujer, y la boca de algunas está tan altas que el sol es cruel, existen lagartijas, mientras que entre los piornales van pasando las nubes del Cantábrico. Poca gente mejor que la que conocí en Villablino, un pueblo feliz, feliz de su identidad y de lo que el subsuelo dio.
Hoy, por los cinco mineros, el luto se extiende en una zona de nevadas tardías y de nevadas tempranas. Que se investigue todo a fondo, pero aquí va el abrazo de uno que fue a reportajear el fin de un mundo, y ese mundo, aún tenía que dar víctimas. Recuerdo que la primera vez que crucé a Asturias fue por el Valle de Laciana, en un Land Rover. Había una mina fronteriza que acababa muy en alto y yo, en mi inocencia, le propuse a José María García que llamase a quien hiciera falta para un final de etapa allí: 'sterrato' y Cordillera Cantábrica. Son anécdotas, como aquella superpoblación de osos, que me vienen de un tiempo y de un lugar. Lo que sí aprendí es que la mina, la carretilla, el tizne en el alma son condiciones que existen para unos pocos en el mundo: los mineros. Son los toreros de las galerías, y, cuando se les conoce, confiesan que no hay nada como su trabajo que tiende a martirio. Sólo se habla de los mineros cuando caen desgracias injustas. Deberíamos tener un altar para estos héroes del taladro y el bajo tierra.
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