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El poder financiero, tanto público como privado, es el auténtico mandato ecuménico de nuestro tiempo. La falsa cultura del dinero, –la Cultura, si es cuantificable ... deja de ser cultura en su fundamento–, es el pantocrátor de nuestra sociedad y la política es su sagrada escritura deificada. En nombre del dinero todo vale en política; en nombre de la política, la usura y el fraude articulan la carta magna de la ética de comportamiento del llamado ser social. La mentira y la hipocresía son hoy valores patrimoniales de la sociedad y paraíso fiscal de monopolios y oligopolios. Vivimos la frívola fugacidad de los pactos interesados y la justicia es administrada en la hora del olvido.
El egoísmo individual es el socialismo de los tiempos, un egoísmo que se prolongará en el actual milenio. Por el contrario, el egoísmo colectivo es el epígono putativo del capitalismo, del economicismo capitalista de la sociedad. El fideicomiso de la salvación social, –que es una suerte de condena–, tiene alma cibernética y el futuro se escribe en ella con la base alterada de los datos falseados y prohibidos del presente.
El odio se nutre de la esperanza de los incautos, los indefensos de la sociedad son considerados en la praxis como bienes de producción -como Marx predijo– de las empresas, aún la estatal, que fagocitan el espíritu y la dignidad del trabajador a cambio de la sumisión y de un libre despido barato. La indefensión es un estado natural del humano.
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