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En Velliza, esta Semana Santa está siendo de todo, menos tranquila. Y todo, por la aprobación, por mayoría absoluta (y dos veces) de un proyecto ... para la construcción de una pista de pádel y su acceso por un importe de 39.875 euros (IVA no incluido). Lo que en otros pueblos sería un motivo de alegría para los vecinos, en éste, ha encendido una mecha que amenaza con fracturar la convivencia.
La oposición vecinal no se ha hecho esperar. Desde que se conoció la existencia del proyecto —según algunos vecinos, casi por casualidad durante el pleno del 27 de diciembre— han proliferado las protestas y una recogida de firmas que ya alcanza las 39 rúbricas, una cifra notable en un municipio que cuenta con 121 empadronados. «Muchos ni sabíamos que se había planteado en el pleno, porque desconocemos los asuntos que se van a tratar con antelación», apunta José Vila, representante de los vecinos que se oponen al proyecto. Desde entonces, el descontento ha crecido. El último pleno, celebrado el 1 de abril, reunió a más vecinos que nunca. «Nunca habíamos ido tantos. Tuvieron que habilitarnos la parte de arriba del Ayuntamiento porque no cabíamos», continúa. «¿Una pista de pádel para un pueblo sin niños y con mayoría de personas mayores? Aquí estamos pidiendo que nos arreglen las fugas de agua, que asfalten las calles, que haya un médico más de una vez por semana… y en cambio nos hacen una pista que usarán dos personas en agosto», argumenta María, otra vecina. «Aquí se hacen cosas para el verano, para cuando vienen los 'forasteros', pero los que vivimos todo el año estamos olvidados», añade Rafa Hervada, otro de los vecinos.
En la lista de prioridades presentada por los vecinos figuran desde el refuerzo del alumbrado público hasta la mejora de la atención domiciliaria para mayores. También denuncian el abandono de espacios comunes como la ermita, y más apoyo para el bar municipal, que actualmente es gestionado por voluntarios.
El lugar elegido para la pista tampoco convence a muchos. La construcción está prevista en la zona deportiva, junto al frontón, a la pista multideportiva, a la de petanca y al parque infantil. El problema que ven es que está muy próximo a un paraje natural que alberga un importante dormidero invernal de milano real, especie protegida. Los vecinos preocupados, alertan de que las cristaleras de la pista representarían un peligro para las aves. «Se estrellan contra los cristales porque no los ven. Ha ocurrido en otros lugares. Aquí tenemos mochuelos, lechuzas, cernícalos... Es un refugio natural», comentan.
El alcalde, Luis Miguel Serrador, defiende el proyecto como algo muy positivo para el pueblo. «La pista estaba en nuestro programa electoral. Se aprobó en pleno, dos veces, por todos los concejales. Hay presupuesto y un informe técnico que valida el modelo y la ubicación», explica. Según el regidor, la inversión en servicios básicos ya se ha completado al 95% y ahora toca «dotar al municipio de infraestructuras modernas que también atraigan a nuevos vecinos y visitantes. En los diez años que llevamos en el ayuntamiento, siempre hemos dado prioridad a los servicios básicos, pero ya están todos cubiertos. A finales de este año, todas las calles estarán arregladas, las acometidas de agua y desagüe estarán renovados, lo mismo que el alumbrado. Ahora que por fin, íbamos a hacer un proyecto para engrandecer el pueblo y se niegan… Si es un bien para todos. Además, tenemos dinero, no nos tendríamos que endeudar. ¿Qué hay de malo en ello? La recogida de firmas la están haciendo, ocultando cierta información», dice. Y en cuanto al tema del dormidero del milano real, explica que «todo se hará bajo la legalidad. Haremos todo lo que nos diga Medio Ambiente para no perjudicar a las aves».
El conflicto ha hecho aflorar una división más profunda, la que separa a los residentes permanentes de los que regresan al pueblo solo durante el verano. «Durante el año se organizan actividades, talleres, gimnasia, excursiones... y apenas acude gente. Pero en agosto, cuando hay más público, surgen las protestas», señala el alcalde. También menciona otras oposiciones recientes, como la compra del bar para convertirlo en centro cultural, también aprobada en pleno y no exenta de polémica.
Para muchos vecinos, sin embargo, el problema no es el pádel en sí, sino el modelo de gestión. «Esto no es una cruzada contra el alcalde a nivel personal. Lo que pedimos es que se nos deje opinar y que se escuchen nuestras necesidades. No puede ser que las decisiones se tomen en verano y el resto del año estemos a oscuras», denuncian. En cambio, el regidor lamenta que las críticas vengan de personas que «no participaron en las reuniones informativas durante la Semana Cultural ni en otras convocatorias públicas». Asegura que toda la información ha estado disponible «en el tablón de anuncios y la web municipal, como marca la ley».
Serrador, lamenta la gran crispación que esto ha provocado entre los vecinos. «Somos pocos y encima ahora divididos», apunta. «Yo no puedo hacer distinción entre los que viven aquí todo el año y los que no viven, porque también pagan aquí sus impuestos y están empadronados. Esto no es una asociación, es un ayuntamiento, nos han votado y, por tanto, nos deben dejar gestionar, ya que sólo queremos el bien del pueblo», apunta. «Los empadronados que no vivimos en el pueblo, tenemos los mismos derechos. A mí esto me hace sentir como un vecino de segunda categoría y no debería ser así», opina y recuerda que hay siete menores empadronados «que estarían encantados con la pista».
Entre los vecinos que viven todo el año, también los hay que apoyan la construcción de la pista de pádel. Uno de ellos es Diego Aguado, de 20 años. «Mis amigos y yo jugamos al pádel y cada vez que nos apetece nos tenemos que ir al pueblo vecino, a Velilla. Si lo tuviéramos aquí, sería una gran comodidad», apunta. Su amigo Marcos Gutiérrez, que viene al pueblo con mucha frecuencia y también está empadronado indica que «la gente es libre de opinar lo que quiera, pero esta pista nos vendría bien a todos». En cambio, Alberto, otro joven que vive en Velliza desde hace poco más de un año, señala que, aunque también es deportista, este proyecto le parece «un despropósito. Somos 40 durante todo el año. ¿Quién va a jugar aquí al pádel?», concluye.
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