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El fallecimiento de Papa Francisco vuelve a situar a Valladolid en el epicentro de la noticia porque son muchos vallisoletanos, de la capital y ... de la provincia, que estaban en Roma cuando aconteció todo: «Un momento histórico de emociones donde reinaba un ambiente de paz y esperanza indescriptible». Un viaje de ocio, con la historia y monumentalidad que ofrece Roma, junto con el peregrinaje jubilar en este Año Santo de 2025 trasladó hasta la capital italiana a numerosas familias de vallisoletanos que se encontraron inmersos en la sorpresa y la impresión de asistir a un acontecimiento de tal magnitud, la muerte de un Pontífice y todo lo que conlleva en el mismísimo corazón de la cristiandad. Unas familias que, a comienzos de esta semana, cambiaron la Plaza Mayor de la capital o de sus pueblos para situarse en plena Plaza de San Pedro para observar y participar de un acontecimiento mundial. Viajes a título individual que les han hecho estar en el epicentro de la noticia. Ser partícipes de un momento único del que, como todos coinciden, «ha sido como traernos un remanso de paz de esperanza para afrontar nuestras vidas».
Son historias variopintas, pero con un mismo punto de encuentro, aún sin conocerse entre ellos: abrazados por la columnata de Bernini del Vaticano. La Familia Juncosa Aristegui, los Alonso-Gómez o el grupo de amigos integrado por las familias Caño-Báñez, Mateo-Conde y Villace-Tamames. Exactamente son 21 vallisoletanos, padres e hijos, con anécdotas tan inesperadas como admirables en estos días donde unos ya llevaban en la ciudad italiana varios días coincidiendo con los días de Semana Santa y otros fueron aprovechando las vacaciones escolares y el festivo regional, aunque todos con un denominador común: estando en la capital romana, en el frenético devenir turístico de aquella ciudad, se enteran por familiares en España, que les llaman o escriben, que Mario Bergoglio ha muerto. A partir de aquí a todos les surge el mismo propósito: acudir y vivir el acontecimiento en la mismísima Plaza de San Pedro del Vaticano aún a sabiendas de que, tras lo visto por los medios de otros fallecimientos recientes como el de San Juan Pablo II o Benedicto XVI, estará abarrotada: «Pero eso daba igual, estábamos presentes en un acontecimiento histórico y además se había muerto nuestro guía y nuestro Pastor».
Pues precisamente la Bendición Urbi et Orbi está en común en sus planes y sobre ella han girado sus vidas estos días. La familia Alonso-Monge tuvo la ocasión de compartir con el mismo Papa Francisco sus últimas horas de vida. Además a pocos metros, prácticamente junto a él, «pero sobre todo al lado de la paz que transmitía». Víctor Alonso Monge, vicepresidente de la Diputación de Valladolid relata emocionado sus vivencias de un viaje familiar que terminó siendo «uno de los episodios más apasionantes, bonitos e históricos de nuestros dos hijos, mi mujer y yo». Pasados los días el también alcalde de Fombellida reconoce que se sigue conmoviendo e incluso se le quiebra la voz ante lo vivido porque pudieron asistir a la última bendición Urbi et Orbi de Francisco, además, casi sin saberlo, «porque por su estado de convalecencia no le esperábamos en la plaza con lo que disfrutamos de la Misa de Pascua celebrada por el cardenal Angelo Comastri». Pero, continúa contando con especial impresión, «de repente anuncian por megafonía que en los siguientes minutos será el propio Pontífice quien se dirija a los fieles desde el balcón de San Pedro -el balcón de la Logia de la Bendición-». Efectivamente aparece el Papa «ante una ovación muy cariñosa de las miles de personas que acabábamos participar en la misa para darnos su mensaje, de pocas palabras, y proceder a la bendición». Asimismo, cuenta Víctor Alonso, por megafonía comunican también que el Papa dará la bendición a todos los asistentes desde el papamóvil circulando por las distintas calles del trazado de sillas de la plaza: «Pasó a nuestro lado, a un metro y medio, fueron unos segundos de unas sensaciones muy especiales. Únicas». Es más, «cuando nos enteramos el lunes de la noticia, más habiéndole visto casi de tú a tú el domingo ni mucho menos podíamos creerlo, no podíamos imaginarnos que pasara lo que pasó».
Precisamente el lunes esta familia tenía previsto ir a ver la basílica y pasar por la Puerta Santa en cumplimiento del jubileo de este Año Santo de 2025. Y así mantuvo sus planes aún ya conociendo el fallecimiento del Papa hasta el punto de que, a la hora del Ángelus, cuando se formalizó oficialmente el óbito, estaban los cuatro en la plaza cuando empezaron a tocar a muerto las campanas de San Pedro y todo el mundo nos quedamos compungidos ante el hecho que estábamos viviendo. «Una experiencia y un viaje inolvidable en un ambiente de emociones encontradas pues todo sucedió con la alegría de la Pascua», subraya.
El grupo de amigos formado por tres familias -de Valladolid y de Renedo de Esgueva- habían cogido un vuelo al amanecer del domingo 20 de abril para llegar precisamente a la Misa del Domingo de Resurrección, el Mensaje de Pascua y Bendición. Lo tenían todo casi cronometrado para asistir. Pero estando en el aeropuerto empezaron los retrasos en su vuelo que acabaron dando al traste con sus ilusiones: «Nuestra intención inicial era llegar a la bendición, aunque lo cierto es que dado el estado de salud del Papa Francisco, sabíamos que tendríamos pocas opciones de verle», relata Silvia Báñez a El Norte de Castilla. Tan siquiera intentaron acercarse esa mañana a la plaza pues a su llegada habrían terminado todos los actos. Pero paradojas de la vida, «¿quién nos lo iba a decir?»… Durante su viaje han visto a Francisco… pero en su féretro.
En su día de llegada comenzaron las caminatas romanas: tres matrimonios con siete hijos de entre 6 y 14 años. Un viaje «inolvidable» en el que el lunes se encontraron inmerso en estar viendo «un acontecimiento de emociones» espirituales e históricas. Por eso, «no lo dudamos ni un momento, cuando nos enteramos de la muerte, cambiamos nuestros planes y nos dirigimos a la plaza de San Pedro del Vaticano para ver y participar del ambiente» aunque, recuerdan, las visitas al interior del templo se sucedían con normalidad aunque reconoce que cada vez llegaba mucha más gente y, sobre todo, medios de comunicación, destacándoles a mayores y niños los numerosos camiones de televisión que iban cogiendo posiciones para sus directos por las inmediaciones de la plaza y, en especial, a lo largo del medio kilómetro de la Vía della Conciliazione, la vía solemne de entrada a la gran plaza y a la basílica. Ese mismo día aprovecharon también para cumplir con el jubileo romano y se acercaron hasta otra de las basílicas mayores, la de Santa Maria la Mayor, para atravesar también su Puerta Santa, y donde adivinaron donde van a entrar al papa pues en una de las capillas estaban haciendo trabajos que les llevó a pensar en esta conclusión que más tarde confirmaron.
Pero el día «de momentos únicos» ha sido el miércoles, comentan estos amigos, «ahora aún más unidos», cuando «nos arriesgamos» a volver a la Plaza de San Pedro pero esta vez para intentar ver al pontífice en su ataúd, agradecerle y orar ante él siendo conscientes de la oportunidad histórica que tenían entre sí. «Una oportunidad que fue una larga espera, bajo el sol, rodeados de miles de personas de varias nacionalidades, en muchas ocasiones sin información precisa sobre cómo acceder. ¡Pero llegamos!», indica Silvia para describir su momento en pocas palabras: «Más de 5 horas de colas para ver al Papa Francisco durante 3 segundos». «¡El tiempo más espiritual y mejor empleado de nuestras vidas!», coincidían niños y mayores sobre un momento en que, en el interior de la basílica, describen, «se respiraba mucha calma y respeto aun con algún momento de tensión porque la gente se impacientaba ante la larga espera por poder ver al Papa». En su caso, sus hijos, «aguantaron muy bien», mostrándose especialmente orgullosa de sus hijos que quedaron embelesados por todo lo vivido más cuando efectivamente somos familias católicas y practicantes, los niños estudian en los colegios de Discípulas de Jesús y San Agustín, que sabían a dónde iban de viaje. «Todos hemos sentido mucha ilusión por ver al que había sido nuestro Padre», aseveró.
Teresa Aristegui y Alejandro Juncosa son dos vallisoletanos de adopción, naturales de Bilbao y Madrid, que reconocen recién llegados a España que han vivido «unos días muy sorprendentes al encontrarnos en la mismísima Roma el día de los hechos». Esta familia, con sus hijos Iñigo e Inés, han estado varios días en roma coincidiendo con estas fechas de Semana Santa y se encontraron con la noticia del fallecimiento. Una circunstancia que alteró su viaje en el sentido de que la capital italiana empezó a llenarse de turistas. Como les sucedió a las otras familias mencionadas, se enteraron de la muerte por un mensaje que recibieron desde España: «A partir de ahí, cambiamos los planes: nos quitamos el gorro de turista y fuimos a San Pedro del Vaticano».
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Esta familia cuenta cómo, según iban accediendo a la entorno más vaticano, «iba en la misma dirección muchísima gente, junto a muchas monjas y sacerdotes». Alejandro describe esos momentos iniciales con la noticia recién publicada de «muy emotivos», «una emoción que denota que Francisco fue un Papa muy querido por la gente aún con las diferencias de unos y otros». El acontecimiento era tal que, añade Teresa, al entrar en San Pedro, en la basílica, «la sensación era de que se estaba viviendo un momento especial». «¡Toda la ciudad mirando al Vaticano!, exclamaron sus hijos a lo que los padres apostillaron diciendo que «el luto era contenido, triste, pero al mismo tiempo de cariño, muy emotivo». Es más, en este sentido, los padres reconocen que las sensaciones sobre sus hijos «es que siempre se acordarán de este momento porque están generando recuerdos, también, a partir de lo que les contábamos de quien ha sido el Papa y qué va a pasar en la Iglesia a partir de ahora con la celebración del cónclave».
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