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Inteligencia artificial y vigilancia laboral
Viernes, 25 de Abril 2025, 10:14h
Tiempo de lectura: 9 min
Gran Hermano se ha instalado en tu ordenador corporativo, tu teléfono personal y hasta en la pulsera de fitness que tu empleador te regaló con tanta generosidad, y que cuantifica tus pasos, pulsaciones y hasta minutos de sueño REM. Ya no basta con cumplir tus objetivos. Ahora importa que lo hagas con la expresión facial correcta, atento a la pantalla, bien dormido y descansado…
Hoy, una legión de empresas especializadas ofrece un arsenal completo de herramientas de vigilancia laboral. Pero muchas de estas plataformas no solo son capaces de monitorizar las aplicaciones que usas en el servidor de tu compañía, sino que tienen la capacidad para registrar todo lo que haces en tu ordenador. Todo, todito.
Cámaras con IA que analizan microexpresiones faciales para detectar niveles de estrés o fatiga; wearables que registran desde tu ritmo cardiaco hasta la calidad de tu sueño; software de seguimiento ocular que determina si prestas suficiente atención a tu pantalla; algoritmos de análisis de voz que pueden detectar tonos de frustración o desinterés en tus llamadas; geolocalización intensiva… El Gran Hermano te vigila… Pero... Leer más
Que lo hagan no depende de ti o de la legislación, sino de los que te pagan… Entre sus funcionalidades más inconfesables encontramos la grabación de pantalla en tiempo real, que permite a los jefes observar tu escritorio como si estuvieran sentados a tu lado, con la opción de reproducción histórica para revisar lo que hiciste ayer o la semana pasada. O el sistema de reconocimiento óptico de caracteres (OCR), que extrae texto de cualquier imagen en tu pantalla.
Ya se puede grabar todo el audio de entrada y salida de tu ordenador, capturando micrófonos, altavoces y cualquier llamada que pase por tu equipo. El paquete de invasión total se completa con monitorización de correos electrónicos, seguimiento de mensajería instantánea, vigilancia de redes sociales y, por supuesto, registro de cada pulsación de tecla... Todo esto mientras se analiza tu 'tiempo activo vs. inactivo' y se generan informes sobre tu tiempo 'improductivo'.
Por si fuera poco, las cámaras superinteligentes, que llegaron para ofrecer entornos protegidos, acceso biométrico, uso optimizado del ascensor y otras bondadosas utilidades que velan por la seguridad y el ahorro de costes, también pueden volverse en tu contra… Porque la IA ya es capaz de mucho más. Por ejemplo, puede analizar si merodeas a menudo cerca de la máquina de café o si tu forma de caminar indica que estás cansado y no vas a rendir, de modo similar a cómo los sensores de tu coche detectan tu fatiga.
La inteligencia artificial ya puede analizar, por ejemplo, si merodeas a menudo cerca de la máquina de café o si tu forma de caminar indica que estás cansado y no vas a rendir. Estos modelos de IA lo evalúan de modo similar a cómo los sensores de tu coche detectan tu fatiga.
¿Lo más inquietante? Los sistemas predictivos que, analizando sutiles cambios en tus patrones de comportamiento digital, pueden determinar con un 87 por ciento de precisión si planeas renunciar en los próximos tres meses. Como si no fuera suficiente con vigilar lo que haces, ahora las empresas quieren adelantarse a lo que harás.
La analítica proyectiva puede determinar si estás pensando en dejar la empresa antes de que tú mismo lo sepas. ¿Has mirado ofertas de trabajo en LinkedIn? ¿Se te ve desganado en las videoconferencias o has dejado de participar activamente en el chat del equipo? El algoritmo ha calculado tu fecha de renuncia y ya está entrevistando a tu reemplazo.
Sin embargo, la evidencia científica sobre la efectividad de estas prácticas para mejorar la productividad está en entredicho. Lo que sí está claro es su impacto en la salud mental: el 56 por ciento de los empleados monitorizados reporta niveles elevados de ansiedad y el 43 por ciento considera que estas prácticas invaden su privacidad.
La obsesión por medir el trabajo humano no es nueva. Todo empezó con Frederick Taylor y su 'gestión científica', a principios del siglo XX, cronometrando cuánto tardaban los obreros en mover lingotes de hierro.
Luego, Henry Ford mecanizó la fabricación de automóviles y de ahí a ver a los humanos con pinta de robots solo había un paso. Entonces no existía la tecnología… Pero hoy los seres de carne y hueso ya competimos con robots humanoides y con la IA, además de con los 'trepas' habituales… El escaqueo está fuera de cuestión, incluso si trabajas al aire libre. Si pensabas que los jornaleros pueden echarse una siesta no autorizada bajo un olivo, los drones que sobrevuelan los cultivos para monitorizar si los tomates necesitan un riego también toman nota…
«Requiero que escanee sus datos biométricos faciales y mantenga la cámara web encendida durante toda su jornada», reza el amable mensaje de bienvenida de miles de empresas modernas. La inteligencia artificial también se dedica a contabilizar las veces que parpadeas o te rascas la nariz durante tu turno de ocho horas. Y extrae conclusiones… Y es que en esta pesadilla de Orwell ya no se conforman con observarte: ahora te evalúan, te puntúan y deciden si mereces seguir teniendo un empleo. Cada clic, cada mensaje, cada minuto de inactividad se convierten en datos que alimentan el sistema que determinará tu valor como empleado.
En almacenes, la geolocalización persigue a los trabajadores, midiendo hasta los segundos que tardan en desplazarse de un punto a otro. Los escáneres portátiles no solo registran la eficiencia de empaquetado, sino que calculan si tus pausas para tomar un respiro están dentro del margen aceptable de productividad. Y si te lesionas porque tu cuerpo humano es demasiado 'frágil' para seguir el ritmo de los robots, hay una carta de despido automática esperándote. Como reveló el MIT Technology Review, un equipo interno de Amazon llamado Core AI evaluó la seguridad en los almacenes y concluyó que el problema no era el ritmo de trabajo, sino la «tendencia a lesionarse» de los empleados.
Pensabas que trabajar desde casa era el paraíso: sin desplazamientos y en pijama. Pero resulta que ya existe el software que hace capturas de tu pantalla aleatoriamente, registra cada pulsación de tu teclado y cronometra tus idas al baño. ¿Crees que es una exageración? En Estados Unidos, el 78 por ciento de las empresas están recopilando datos biométricos o planean hacerlo pronto. Y una investigación de The New York Times descubrió que ocho de las diez mayores empresas privadas rastrean métricas de productividad individual. Y, en China, sus 1400 millones de habitantes son susceptibles del monitoreo constante de Skynet, su sistema nacional de videovigilancia, bautizado como la IA que lideraba a las máquinas en Terminator.
Lo más irónico es que, según investigaciones de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental de Estados Unidos (GAO), todo este aparato de vigilancia apenas reporta beneficios. Según los expertos, estas herramientas ofrecen «medidas incompletas o inexactas de productividad». Es decir, controlan hasta tu respiración, pero no saben si estás haciendo un buen trabajo.
Desde la pandemia, han perfeccionado sistemas de proctoring ('supervisión remota') para exámenes on-line que exigen a los estudiantes mantener una postura corporal específica, una mirada fija e incluso controlan el nivel de ruido ambiental. Y que no copien no es la única razón; por supuesto, también se escudan en garantizar la seguridad de nuestros retoños. Mientras los niños colorean sus dibujos, las cámaras con IA analizan sus movimientos, detectan comportamientos 'sospechosos' como quedarse demasiado tiempo en el baño o reunirse en grupos de más de tres en el patio. Porque tres niños juntos solo pueden estar tramando una trastada. Y no solo los estudiantes sufren esta vigilancia constante. A profesores y personal de apoyo se los rastrea mediante la geolocalización de sus móviles a través de aplicaciones corporativas obligatorias.
Los trabajadores de plataformas de transporte y reparto viven en lo que los grupos de defensa llaman una 'crisis de desactivación', donde la IA puede expulsarte de la plataforma en cualquier momento por calificaciones bajas de los usuarios o que no estés siempre disponible, sin explicación y sin posibilidad de apelar a un humano.
En España, la Ley Orgánica 3/2018, de Protección de Datos, intenta poner límites a los excesos de la vigilancia. El artículo 87 reconoce el derecho a la privacidad cuando usas dispositivos digitales de la empresa, y el 88 consagra el «derecho a la desconexión» fuera del horario laboral. España, en teoría, garantiza que los trabajadores ignoren correos electrónicos y mensajes de WhatsApp después del trabajo.
Sin embargo, en el mundo real, tu jefe te sigue enviando mensajes a las 23:47 con un «¿puedes revisar esto? Es urgente para mañana». Legalmente puedes ignorarlo, pero quizá no deberías si aprecias tu puesto de trabajo. Por otra parte, la jurisprudencia ha decidido que, bajo ciertas circunstancias, es legal que te graben sin avisarte si sospechan que estás haciendo algo malo. Es decir, eres culpable hasta que se demuestre lo contrario.
Y mientras tanto, aquí estamos, aceptando términos y condiciones sin leerlos, instalando aplicaciones que piden acceso a nuestra cámara y micrófono... El último ejemplo lo tenemos con Amazon, que acaba de eliminar una función crucial de privacidad en sus dispositivos Echo. A partir del 28 de marzo de 2025, la opción «No enviar grabaciones de voz» ha desaparecido, lo que significa que todas tus interacciones con Alexa serán enviadas a los servidores de Amazon para su procesamiento.
Lo que está en juego, como señala la abogada Minsu Longiaru, es la «economía moral del trabajo». «Estamos en un momento crucial en el que, como sociedad, necesitamos trazar líneas rojas donde podamos decir claramente que solo porque algo sea factible tecnológicamente no significa que debamos hacerlo». Pero, claro, en un mundo donde el trabajo será un bien cada vez más escaso por la competencia de las máquinas, ¿quién es el valiente que reclama?