Borrar
Momento de la apertura del cofre de terciopelo rojo que contenía los huesecitos del malogrado infante. Antonio de Torre
El infante don Pedro: cuando la ciencia desafía a la leyenda
500 años de la Catedral de Segovia

El infante don Pedro: cuando la ciencia desafía a la leyenda

La apertura del sepulcro y el análisis de los restos del hijo de Enrique II confirmó que el niño, supuestamente despeñado desde el Alcázar, era un bebé

Carlos Álvaro

Segovia

Martes, 22 de abril 2025, 07:26

Por su curiosidad, la historia del infante don Pedro merece un capítulo aparte en la conmemoración del quinto centenario del comienzo de la construcción de la Catedral de Segovia. La exhumación de sus restos en 2019 con motivo de la restauración de la capilla de Santa Catalina, arrojó algo más de luz sobre la legendaria figura del que fuera hijo bastardo del rey Enrique II de Castilla, primero de los monarcas de la dinastía Trastámara. Textos históricos sostienen que el pequeño tendría al menos diez o doce años en el momento de su fallecimiento, ocurrido en el año 1366, pero el hallazgo y posterior análisis de tres de sus huesos han puesto en entredicho la edad atribuida al malogrado infante y aportado verosimilitud a la leyenda que rodea el momento de su muerte, pues la tradición oral segoviana habla de un infante de corta edad que, estando en los brazos del aya, se precipitó al vacío desde una de las ventanas del Alcázar. La mujer, horrorizada y temerosa del rey, se lanzó acto seguido por el mismo precipicio, muriendo al instante.

La apertura del sepulcro tuvo lugar el 18 de noviembre de 2019, bajo la atenta mirada del entonces deán de la Catedral, Ángel García Rivilla. Después de retirar la piedra que contenía la imagen del infante –escultura en relieve, de estilo renacentista, de un niño que aparenta tener diez–, se procedió a la apertura de un cofrecito de terciopelo rojo que se encontraba encastrado en la losa inferior. Dentro de la caja, del tamaño de un joyero, había tres huesecillos enrollados, de forma individual, en una blusa de seda con botones de tela, un faldón de mayor tamaño y un cinturón de tela del mismo color. Los tres huesos de pequeño tamaño encontrados eran dos fragmentos de fémur y una tibia, la que mejor se conserva, con una longitud de casi diez centímetros.

El estudio antropológico y radiológico que la Universidad de Granada y el Hospital Universitario Clínico San Cecilio de Granada realizaron de los huesecitos rescatados de la sepultura confirmó que el infante podía haber fallecido entre los seis meses y el año y medio y no gozaba de buena salud, pues padecía raquitismo, patología habitual entre los hijos de la realeza europea porque no se les exponía al sol.

Las crónicas fechan la trágica muerte del niño el 22 de julio de 1366

El resultado de los análisis, publicado en octubre de 2020, dejó intacta la leyenda del infante, muy popular en Segovia, pues la muerte de don Pedro forma parte de la relación de tradiciones locales que han ido pasando de generación en generación, desde tiempos inmemoriales, y se siguen contando para deleite de los turistas que visitan Alcázar y Catedral. Quizá debido a que la efigie del niño yacente existente en la tapa del sepulcro representa a un muchacho de unos diez años, históricamente se pensó que esa era la edad que debía de tener el hijo de don Enrique en el momento de su fallecimiento.

El siempre conocido como infante don Pedro nunca llegó a tener semejante título porque no era fruto de legítimo matrimonio y porque su padre no se lo otorgó en vida pese a haberlo reconocido como hijo. Fueron historiadores de los siglos XVI y XVII, como García Ruiz de Castro o Diego de Colmenares, quienes popularizaron después la denominación.

Las crónicas fechan la muerte del niño el 22 de julio de 1366. Enrique de Trastámara, su padre, había hecho del Alcázar de Segovia su fortaleza, si bien, en la época en que ocurrió tamaña desgracia, pasaba más tiempo fuera debido a la guerra que libraba contra el rey Pedro I el Cruel, su hermanastro, por la corona de Castilla. El fallecimiento del hijo golpeó cruelmente a don Enrique, quien, habiéndose proclamado rey en Calahorra en abril de ese mismo año, expidió en Burgos un privilegio real para levantar un sepulcro en honor de su vástago, que acabó construyéndose en el centro del coro de la antigua Catedral. El monarca ordenó que la tumba del pequeño permaneciera iluminada por dos hacheros de día y de noche y custodiada por «dos porteros de confianza del Cabildo para siempre». Enrique se ciñó definitivamente la corona de Castilla en 1369, aunque para ello tuvo que matar a su propio hermano, lo que le valió el sobrenombre del «Fratricida».

Los años pasaron y la Guerra de las Comunidades, ya en el siglo XVI, ocasionó daños irreparables en la vieja Catedral, por lo que se decidió levantar una nueva, la actual. Cuenta Diego de Colmenares que el 25 de agosto de 1558, con las obras del nuevo templo muy avanzadas pero no concluidas, se trasladaron en solemne procesión los restos del infante don Pedro, así como otras cajas con los despojos de María del Salto –protagonista de otro legendario episodio segoviano– y de canónigos y obispos. «Celebrado el oficio funeral con mucha solemnidad y luces, los huesos del infante fueron sepultados en el claustro en la capilla de Santa Catalina, caja o fundamento de la torre donde permanece el túmulo con la reja, en cuyo friso está la inscripción siguiente: Aquí yaze el Infante Don Pedro, fijo del señor rey Don Enrique Segundo, era M.CCCC.III. año 1366», escribe Diego de Colmenares en su 'Historia de la insigne Ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla' (1637).

Casi quinientos años después de aquel traslado funerario, la exhumación de los restos ofreció la oportunidad de conocer con mayor profundidad los pormenores que rodearon la muerte del pequeño «infante» que tanto llama la atención a propios y extraños.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla El infante don Pedro: cuando la ciencia desafía a la leyenda