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La Catedral es también última morada de santos, obispos y personajes ilustres que duermen el sueño eterno bajo sus bóvedas. Mercedes Sanz de Andrés nos conduce a través de los siglos para descubrir quiénes fueron estos protagonistas y qué significan sus sepulcros. «Lo normal es que se entierre a los obispos en la vía sacra, espacio privilegiado dentro de la Catedral, pero ellos son quienes eligen el lugar. Don Ángel Rubio, por ejemplo, ha elegido ser enterrado en la capilla de San Ildefonso. Que quieran descansar eternamente en la Catedral de Segovia quiere decir que su episcopado ha dejado una huella bonita en su vida», apunta.
No todos los inquilinos de la silla episcopal segoviana descansan en el templo. «Echamos de menos, por ejemplo, el sepulcro de don Diego de Ribera, el obispo que presidió la colocación de la primera piedra en 1525», se lamenta la historiadora. Entre los más ilustres que sí están destaca Diego de Covarrubias, «eminentísimo teólogo del siglo XVI». Nacido en Toledo el 25 de julio de 1512, hijo del arquitecto Alonso de Covarrubias, la carrera de don Diego fue extraordinaria: humanista, presidente del Consejo de Castilla bajo Felipe II y figura del Concilio de Trento. «Era un teólogo de altura», subraya Sanz de Andrés. Nombrado obispo de Segovia, entró en la ciudad el 25 de febrero de 1564, cuando la diócesis era rica y prestigiosa. «En 1572 dejó Segovia para presidir el Consejo de Castilla y falleció en Madrid en 1577. Su cuerpo fue trasladado a la Catedral. El sepulcro, originalmente en el trascoro, reposa en la capilla del Cristo del Consuelo, junto al cenotafio de don Raimundo de Losana. «Además, tenemos su retrato, una copia del original de El Greco».
Raimundo de Losana dispone del cenotafio, pero no está enterrado en la Catedral. Obispo de Segovia y natural de ella, fue promovido a arzobispo de Sevilla por el rey Fernando III tras la reconquista de la ciudad andaluza en el siglo XIII. «Le tocó reformar aquella diócesis en un momento políticamente complicado». Murió el 12 de agosto de 1288 y, aunque pidió ser trasladado a Segovia, su cuerpo, enterrado inicialmente en San Gil, se perdió tras la desaparición de esta iglesia. «El cenotafio pudo levantarse en el siglo XVII, a raíz de la canonización de Fernando III, en memoria de quien fuera su confesor».
Nombres propios
Patrón de Segovia. Sus restos, datados entre los siglos X y XI, fueron hallados en la antigua Catedral y trasladados a la nueva, donde reposan.
Obispo entre 1249 y 1259, fue promovido a arzobispo de Sevilla. En la Catedral no está su cuerpo, pero sí tiene un cenotafio.
También emperador del Sacro Imperio, fue el rey de España que ordenó la construcción de la nueva Catedral tras la ruina de la antigua.
Obispo de Segovia entre 1564 y 1572 y presidente del Consejo de Castilla. Sus restos reposan en la capilla del Cristo del Consuelo.
Promovió la construcción del panteón de los Ayala Berganza, donde yace junto a sus familiares.
Vivió entre 1684 y 1734. Tras una vida errante y un matrimonio infeliz, se volcó en la penitencia. Enterrada en la Catedral.
Obispo de Segovia entre 1969 y 1995, sus restos descansan en la capilla de San Antón de la Catedral segoviana.
Rodrigo Gil de Hontañón, hijo del arquitecto Juan Gil de Hontañón, es otro de los ilustres que duermen el sueño eterno en el templo mayor segoviano. Maestro de obras, dispuso en su testamento ser enterrado donde le sorprendiera la muerte. Falleció en Segovia el 31 de mayo de 1577 y yace «a los pies de la Catedral, frente a la puerta del Perdón», aunque su ubicación exacta es incierta. «Cuando trasladaron las lápidas al claustro, la suya figura junto a las de Francisco de Campoagüero y Francisco de Villadero, pero los cuerpos no están ahí». Rodrigo ejecutó la obra tras la muerte de su padre, que solo trabajó unos meses en ella. «El Cabildo eligió a Juan por su espíritu gótico, pero Rodrigo, con obras en toda Castilla, introdujo elementos clásicos, como el tratamiento de la luz», prosigue Sanz de Andrés. Su presencia intermitente, supervisada por el canónigo fabriquero Juan Rodríguez –«alma mater» de la Catedral– y el aparejador García de Cubillas, marcó la primera campaña constructiva (1525-1558).
Más información
María del Salto, cuya milagro perpetúa la cantiga 107 de Alfonso X el Sabio, encarna la devoción popular. En 1237, esta judía acusada de adulterio fue condenada a ser despeñada desde las Peñas Grajeras. «Imploró a la Virgen de la Fuencisla y cayó suavemente al suelo». Bautizada como María por el obispo Bernardo, su sepulcro pasó de la antigua a la nueva Catedral. Su devoción, revitalizada en el siglo XV por el obispo Arias Dávila, perdura en el tiempo.
El panteón de los Ayala Berganza, promovido por Antonio de Ayala Berganza en 1684, es también relicario y capilla de oración. Rechazada su petición de construirlo en la sacristía, don Antonio compró un terreno anejo para levantar en él el panteón, donde descansan sus restos y los de sus familiares Juan, Diego y Gaspar de Ayala Berganza. Un retablo de Churriguera realza su legado.
El recuerdo de María Quintana, beata del siglo XVII, permite conocer una verdadera historia de redención. Nacida en 1684, tras una vida errante y un matrimonio infeliz, regresó a Segovia en 1716 y se dedicó a la penitencia. «Visitaba templos, se disciplinaba, dormía en un suelo húmedo con una piedra por almohada....», relata la historiadora. Murió el 16 de agosto de 1734, y su cuerpo incorrupto fue venerado en la Catedral, donde yace enterrado en la girola. «Adquirió un halo de santidad, pero nunca fue beatificada», aclara.
San Frutos, patrón de Segovia, cierra esta galería. Sus restos, datados entre los siglos X y XI, fueron hallados por Arias Dávila en la antigua Catedral y trasladados a la nueva. Actualmente, se encuentran en el trascoro. «Desde el siglo XV, su devoción se reactivó con milagros».
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Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
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